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Tierra, corazón y juicio




Por el Hno. Carlos Bolados V.


“Cierto día, Jesús contó una historia en forma de parábola a una gran multitud, proveniente de varias ciudades, que se había reunido para escucharlo: «Un agricultor salió a sembrar. A medida que esparcía las semillas por el campo, algunas cayeron sobre el camino, donde las pisotearon y los pájaros se las comieron. Otras cayeron entre las rocas. Comenzaron a crecer, pero la planta pronto se marchitó y murió por falta de humedad. Otras semillas cayeron entre espinos, los cuales crecieron junto con ellas y ahogaron los brotes. Pero otras semillas cayeron en tierra fértil. Estas semillas crecieron, ¡y produjeron una cosecha que fue cien veces más numerosa de lo que se había sembrado!». Después de haber dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda». Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola. Él respondió: «A ustedes se les permite entender los secretos del reino de Dios, pero utilizo parábolas para enseñarles a los demás y para que se cumplan las Escrituras: “Cuando miren, no verán realmente. Cuando oigan, no entenderán”. »Este es el significado de la parábola: la semilla es la palabra de Dios. Las semillas que cayeron en el camino representan a los que oyen el mensaje, pero viene el diablo, se lo quita del corazón e impide que crean y sean salvos. Las semillas sobre la tierra rocosa representan a los que oyen el mensaje y lo reciben con alegría; pero como no tienen raíces profundas, creen por un tiempo y luego se apartan cuando enfrentan la tentación. Las semillas que cayeron entre los espinos representan a los que oyen el mensaje, pero muy pronto el mensaje queda desplazado por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de esta vida. Así que nunca crecen hasta la madurez. Y las semillas que cayeron en la buena tierra representan a las personas sinceras, de buen corazón, que oyen la palabra de Dios, se aferran a ella y con paciencia producen una cosecha enorme.”

— ‭‭Lucas‬ ‭8:4-15‬‬


Los discípulos tenemos el mandamiento de no vivir en la carne, sino en el Espíritu, debemos madurar y crecer. Nuestra obediencia se mostrará en la actitud. Se puede hablar y conocer lo que es correcto, pero la nuestra actitud mostrará si esto es cierto.


Necesitamos ser edificados y cambiar de actitud. Nuestro compromiso y entrega debe ser total. La disposición para ser formados es fundamental.


Jesús explica un misterio espiritual a través de esta parábola, cómo un juicio. Esta parábola nos enseña cuatro situaciones.


1.- Un corazón Duro

La semilla que cae junto al camino, son quienes oyen y luego viene el diablo y quita la palabra. Un corazón duro, creen por un tiempo pero luego se van porque , la palabra ( semilla) no penetra, personas insensibles, ven el camino pero lo rechazan, han endurecido su corazón. Por causa del pecado la conciencia se ha cerrado, no creer necesitar de Dios. Son personas que no se dejan formar, un corazón no arrepentido no recibirán el Reino de Dios.



2.- Corazón con poca profundidad

La semilla que cayó en la Piedra y se seca. Quien oyen y reciben la palabra, creen por un tiempo y luego al venir la prueba, se apartan. Estas personas reciben la palabra con los sentimientos, solo con la emoción. Humanamente Jesús, no fue exitoso; el buscaba hacer la voluntad del Padre.


3.- Corazón a medias

La semilla que cae entre espinas y no da frutos. Las espinas son los afanes, las cosas terrenales, lo que el mundo nos muestra como un modelo. Se puede tener una vida cristiana por años, y finalmente no ser salvos, porque dejamos crecer espinos en nuestra vida.


La forma en que se discierne si hay vive para Dios o para sí misma, es en los frutos. Endeudados, Gente inquieta, incapaces de permanecer siempre en un mismo lugar ; buscando nuevas experiencias y Mezclando las cosas de Dios y las del mundo. Tu actitud, tu decisión determina lo que serás finalmente. Cada uno de nosotros deberá elegir qué clase de discípulo es.


4.- Con todo el corazón

Sin reservas, si Jesucristo es el Señor que lo sea de toda la casa. Aceptan la palabra y la entienden, reconocen a Jesucristo como el Señor de sus vidas. Esta semilla lleva fruto, cuando un corazón se dispone a recibir la palabra de Dios, ocurre el milagro, ocurre lo imposible. La obediencia debe ser perseverante, porque la palabra de Dios es infalible.



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