Pandemia, Gobierno e Iglesia
Por el Hno. Luis Vidal M.

“Hay que tener fe en Dios no más…” decía una trabajadora mientras realizaba su labor de sanitización en nuestras oficinas producto de la actual pandemia COVID-19. Es que ante la actual situación que abruma nuestra nación lo único que pueden exclamar “hay que tener fe en Dios”, pero, además, debe llevarnos a tener una mirada mucho más crítica, con una opinión objetiva, y eso deseo compartir en este artículo, sin faltar a mi fe que es la que me sustenta ni mucho menos caer en el alarmismo popular, sino, obedecer al sentido de mis lágrimas, pues tal vez pueda lograr un eco en quienes gobiernan nuestras áreas personales, sociales y espirituales.
LAS EPIDEMIAS EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

La actual pandemia COVID-19 no es distinta a tantas otras pandemias que ha tenido que enfrentar la humanidad y en especial la iglesia, tan solo en éste siglo, en 1918 casi al término de la primera guerra mundial la tan conocida GRIPE ESPAÑOLA deja una estela de 500 millones de muertos, una de las pandemias consideradas como la más desbastadora de la historia, e incluso aun hoy a un siglo del evento aún se desconoce su origen y en especial el número total de víctimas, ya que en la suma anterior no están contabilizados aquellos soldados que enfrentándose en las trincheras fueron víctimas del debilitamiento físico que los haría vulnerables a un contagio masivo. De su origen, muchas teorías, de su cura, nada, ¿del brote?, causado por influenza virus A, del tipo H1N1. Los síntomas: fiebre elevada, dolor de oídos, cansancio corporal, diarrea y vómitos, muchos sucumbieron a una neumonía bacteriana secundaria. Para ese entonces comenzó a utilizarse las máscaras de tela y gasa, de esta forma la población se sentía mucho más segura, sumando hábitos de higiene, desinfectantes y limitaciones de reuniones públicas entre otros. De esta Gripe Española[1], destaco la falta de PROTOCOLOS SANITARIOS, la actuación del gobierno era una improvisación diaria,por esta razón es bueno recordar el dicho: “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”[2].
Como olvidar la PESTE NEGRA en plena edad media 1347 – 1350 donde murieron 100 millones de personas, la elocuencia del escritor francés Peire Lunel de Montech lo describe así: “murieron tantos que todos creyeron que era el fin del mundo”. Esta pandemia redujo un tercio de la población europea.
Que hablar de las pandemias producidas durante la era de la iglesia: la Peste de Cipriano (249-262 d.C) causando 5.000 muertes al día en la ciudad de Roma; en 1854 d.C., un brote de cólera afecto a Londres del Reino Unido superando los tres millones de muertos; Las epidemias de nuestra era: Gripe Asiática 1957 o A H2N2 registrada por primera vez en la península de Yunán, China provocando en una década doce millones de muertes; La gripe de Hong Kong 1968 o A H3N2 con un registro de un millón de victimas tras su paso; la muy conocida VIH (Virus de Inmunodeficiencia Adquirida) más conocido como SIDA y que en la actualidad aún no existe un medicamento que le pueda hacer frente; La Tifus, que con cuatro millones de víctimas no es una epidemia con riesgo para nuestros tiempos. En fin, podríamos llenar páginas describiendo muchas otras, su nacimiento, desarrollo y desastre, sin embargo, no es el propósito principal en esta oportunidad.
Lo que destaco de este primer punto lo resumo en las palabras de María Isabel Porras, catedrática de historia de la ciencia en la Universidad de castilla, menciona algo importante a considerar que hoy puede sonar familiar[3]: “A mediados de esa década, sólo unos años antes de la pandemia -explica- muchos científicos creían que las enfermedades infecciosas eran cosa del pasado, un pensamiento que fue rebatido por la realidad. Décadas después, cuando se consiguió erradicar la viruela, también se pensó lo mismo, pero entonces el sida acabó de nuevo con la ilusión”. Esto va marcando un creciente descontento en las generaciones venideras que habían puesto toda su confianza en la ciencia y la medicina, que en su afán de ser dioses fue perdiendo protagonismo. Con el tiempo se recordaría como un periodo “postmoderno”.
GOBIERNO Y SU FUENTE LABORAL

Todas las pandemias a través de la historia de la humanidad producen un denominador común, “el actuar del gobierno”.Con la actual COVID-19, la realidad de Latinoamérica se ha visto desenmascarada, ya que estas circunstancias muestran el verdadero poder estatal. En Chile, esa anhelada Democracia inclusiva que da cavidad a todos los grupos y opiniones de diferentes estratos sociales, culturales y políticos ve caer su antifaz para mostrar el verdadero rostro, “el Capitalismo”. Entonces, tenemos por un lado el libertinaje de una democracia que cree gobernar, pero solo divierte, haciendo pensar que todos tienen opinión pero que sin embargo quién pone las reglas en este juego es el Capital. Es éste que no busca preservar la vida humana, sino mantenerse, expandirse a costa de todo dilatando lo más posible una cuarentena, bajando el tono de riesgo y hacer ver que nada pasa, como la conocida negligencia del primer ministro del reino unido Boris Johnson defendiendo la llamada inmunidad del rebaño, sin aislamiento para no perjudicar la economía ¿de que sirvió su cuidado si hoy está en la UCI luchando para sobrevivir de esta pandemia mundial?, es que ante una pandemia mundial toda economía se verá afectada antes, durante o después, no es ese el problema, sino que todo gobierno debe tener un buen modelo laboral. En Chile, el sistema pro empresa que opera hace difícil un enfrentamiento pandémico con eficiencia, porque por un lado el virus amenaza con el desempleo y la inestabilidad laboral y por otro las grandes empresas empujan al laburo diario sin importar el riesgo social de contagio a través de los medios de trasportes. Esta crisis de una u otra forma a evidenciado hasta dónde puede llegar el gobierno, se dan salvatajes a grandes empresas como el caso de Latam Airlines y ni pensar en una paralización del cobre en el norte que el 2019 produjo una utilidad del US$ 3.087 millones y todo al exterior robando la totalidad de los recursos naturales de la región y del país que podrían venir en beneficio directo de las empresas más pequeñas o pymes que hoy se ven afectadas por esta crisis.El presidente de la SOFOFA Bernardo Larraín frente al salvataje de Latam refirió “hemos tenido la mala costumbre de segmentar todas las políticas públicas en función del tamaño de la empresa. Por supuesto que hoy las empresas que requieren más ayuda son las pequeñas y medianas empresas…pero cuando pensamos en política pública, pensamos en las empresas”. En otras palabras, solo se piensa en la rentabilidad de sus ganancias. Que decir de las AFP, en marzo tuvo una de las peores caídas producto de la pandemia. Fueron millones los que se perdieron y ¿quién pensó en aquellos que estaban por jubilarse? Sus rentas se fueron por un tubo, años de esfuerzo perdidos en horas. En su descontento mi jefe de 62 años con un tono sarcástico exclamó “este ha sido el peor de los robos de las AFP, así que este año a la primera manifestación NO+AFP me sumaré, ¡aunque me despidan!”. ¿Qué pueden hacer los trabajadores ante esto? Solo encoger los hombros, no se puede hacer nada más.
Ante este escenario me pregunto ¿Cómo se mantendrán económicamente los millones de trabajadores y trabajadoras sumidos en el sobreendeudamiento ante una cuarentena total? ¿solo tener fe en Dios como exclamaba aquella trabajadora?, es mucho más que eso.
En Chile son realidades diferentes, están los apatronados, trabajadores públicos e independientes, tenemos un precario seguro de cesantía que en muchos casos depende de algunos factores para percibir sus beneficios, pero ¿Qué pasará cuando el seguro termine? ¿Qué pasa con ese millón de personas que reciben órdenes y marcan horarios de trabajo pero que no tienen contratos? Dios me ha hecho llorar por esta realidad, me ha despertado en las noches y orado en esta dirección y a pesar de esta deplorable realidad hay otras naciones que están en peores circunstancias como la ciudad de Guayaquil Ecuador, donde las personas deben salir a trabajar de forma diaria, de eso depende su sustento, no hay contratos, se disponen de la buena voluntad de los patrones, solo es el día a día, es esta la razón que las personas mueren y son quemadas en las calles, nadie las reclama, no hay tiempo de funerales, los rituales pre y post mortem se terminaron, llego la realidad, aquella realidad que se había perdido con las distracciones y pasiones juveniles, con el libertinaje social, la liberación sexual y los derechos sociales, esta es la realidad “seres humanos frágiles” siendo asesinados por un enemigo invisible. El escenario podría ser peor en nuestra nación y nos da que pensar.
LA FUERZA DE LA IGLESIA

Después de una brevísima mirada de los dos aspectos anteriores ¿Qué dice la iglesia? ¿Cuál es su participación social frente a esta Pandemia nacional e internacional?
Pareciera que para algunos cristianos su fe radica en un acto de insensatez pasando por alto toda instrucción de las autoridades sanitarias de respetar una cuarentena parcial y se desbordan realizando cultos de adoración como sucedió en Puente Alto de Santiago Chile estando la esposa del pastor infectada con el virus y dejando en cuarentena preventiva a toda una congregación, o aquellos que en Osorno de nuestra misma nación realizaron ininterrumpidamente sus reuniones porque su fe les prohibía, que insensatos, así no se hace este tipo de cosas. En estas circunstancias son otras las medidas que se deben adoptar para ayudar más que estorbar, para bendecir más que para denigrar una vez más el nombre de los evangélicos por causa de estos irresponsables y perdonen lo duro de mis palabras.
Es un tiempo de meditar y ver que nos está diciendo el Señor. De entre todo lo malo suceden cosas buenas: los cristianos han retornado a las oraciones individuales y familiares, al ayuno continuo, a la lectura y meditación de la palabra escrita de Dios, a despertar de aquel letargo producido por la indiferencia social a las normas, leyes y estatutos de nuestro Señor Dios. Los cielos se han despejado, las grandes empresas y la contaminación ambiental ha dejado de emitir gases tóxicos, las faenas agrícolas han cesado, la tierra a descansado, como lo sucedido en Israel en sus dos deportaciones 572 y 712 a.C., cuando Dios en su soberanía y designio expulsó a Israel de Canaán para hacer descansar las tierras que había sido un mandamiento que Israel no obedeció:
2 «Diles a los israelitas que cuando entren a la tierra que les voy a dar, la tierra cada siete años debe descansar todo un año, en honor al SEÑOR. 3 Durante seis años pueden sembrar sus campos, podar sus viñedos y recolectar los frutos, 4 pero el séptimo año será un tiempo de completo descanso para la tierra, en honor al SEÑOR. Ustedes no deben sembrar los campos, podar las viñas, 5 cosechar lo que crezca por sí solo, ni recolectar las uvas de los viñedos sin podar. Ese será un año de completo descanso para la tierra”. (Levíticos 25:2-7)
Fueron 70 años que faltaron a este mandamiento y fueron 70 años que Dios los envió al exilio para hacer descansar su tierra. Pero este es solo un ejemplo que al espiritualizarlo podríamos apuntarlo a una razón de la actual pandemia, sin embargo, queda a tras mano el actuar de la iglesia ¿Qué debemos hacer frente a estas situaciones? ¿solo orar, ayunar y leer que es muy bueno?. Así como ha quedado el traje muy grande para el gobierno ante un sistema laboral deficiente, queda igual grande para la iglesia. Es aquí donde todos los llamados hijos de Dios debemos pensar a futuro, por ahora está bien, pero ¿Qué pasa si esta pandemia dura años? ¿Qué sucederá con los ancianos? ¿Qué sucederá con quienes no podrán llevar el sustento a sus casas? ¿Qué sucederá cuando ya no podamos reunirnos ennuestras congregaciones? ¿Quiénes asumirán su diaconado?